Cuando conté que cené sola en Nochebuena, mucha gente me dijo: “Qué pena, estar sola, que tristeza”. Pero no, no estoy ni estuve sola, y quiero explicar por qué.

Estuve sola cuando no me respetaban, cuando me engañaban, cuando esperaba en vano una palabra de cariño, una atención sincera, o simplemente que alguien tuviera ganas de celebrar algo conmigo. Estuve sola cuando, aun teniendo compañía, esa compañía me hacía sentir invisible e infeliz.

Hoy, ceno sola, pero estoy tranquila y en paz. No espero nada que no esté ya en mi vida. Tengo mi familia, salud, y a muchas personas que me quieren y quiero. Ya no estoy sola, porque aprendí que la verdadera soledad es estar acompañada por quien no suma, no valora, no ama.
Cenar sola no es soledad. Es libertad, es amor propio, es una elección consciente de estar bien conmigo misma.

Así que no me digas “qué pena”. Esta Nochebuena estuve conmigo, y créeme: nunca he estado mejor acompañada.

 

combatir la soledad

 

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